En el mercadillo estaban los típicos puestos que vendían bisutería: pulseras, collares, y demás. También había puestos que vendían jabones, inciensos, rosas de madera. La verdad que había un poco de todo. Eso sí, todo carísimo como es normal en estos sitios. Además los dependientes iban vestidos de la época, y eso mola. Y en los mismos puestos te enseñaban a hilar, como se hacía el jabón o como esculpir.
(Y ahí en medio... ¡el Little!) |
También había tres o cuatro puestos de comida, que vendían kebab, cous-cous, té verde, pinchitos morunos. Incluso había un puesto donde hacían crepes (pero tres euros un crepe me parece caro).
Lo mejor del mercadillo eran unos burrillos que habían, que subían a los niños (no se cuanto costaría) y les daban un paseo por el mercado. Era muy gracioso hasta que los burros tenían que hacer sus necesidades y lo ensuciaban todo. También para los niños había una noria de madera que la movía un hombre con una manivela, eso sí, también un timo de cara (2,50 por un viaje).
A parte de lo que siempre estaba, hacían diferentes actividades (tiro con arco, conciertos, teatros, pasacalles, etc). Yo cuando fui escuché romances y cantigas de los moriscos. Estuvo muy chulo, aunque todavía sigo sin saber en que idioma cantaba esa mujer (me decanto por el gallego, pero que lo mismo era chino).
PD. La calidad de las fotos es una puta mierda, lo sé, pero están hechas con la blackberry (hola, voy a un mercadillo medieval y me dejo la cámara, sí) así que no le podemos pedir mucho.
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¡Ladra!